Mitología griega, ciencia ficción, magia y tecnología son cuatro ingredientes principales que Gabriel Sánchez García-Pardo mezcla en Cruzamundos. El resultado, un libro espectacular a nivel narrativo y educativo que lleva al joven lector –y al no tan joven– a formar parte de un mundo fantástico sin perder de vista la realidad terrena.
El autor no descuida detalle alguno. El mapa de los mares de Ilus al principio y al final del libro abre y cierra una aventura que tanto jóvenes como adultos querrán vivir. Es un primer contacto visual con la aventura que va a comenzar y que lleva al lector a identificar los lugares mencionados con sitios reales, como el caso de Athena, que recuerda a la gallega Torre de Hércules.
El prólogo ya nos revela parte de los ingredientes mágicos, a modo de narración mitológica, el autor presenta en su justa medida a Jake y a Cora, los gemelos protagonistas, y a la tragahistorias, dejando así la miel en los labios del lector. Desde el principio Cruzamundos se convierte en un libro difícil de soltar.
El dominio del lenguaje del autor es sencillamente magnífico, el equilibrio entre la narración y la descripción es prácticamente perfecto. Las descripciones son sutiles, bellísimas, hacen que el lector toque, huela y sienta el agua o el cielo. La abundancia de adjetivos y de epítetos crea una cadencia musical y una claridad visual tal que a veces parece como si se estuviera en una sala de cine. Se debe insistir en el gran valor educativo y didáctico que tiene este libro, hay una presencia importante de palabras desconocidas para el joven lector –y, de nuevo, para el no tan joven también–, que lo llevará a ampliar su conocimiento de la lengua. Gabriel recupera y muestra la riqueza de nuestro lenguaje. Además, a este lenguaje cuidado, se suma la presencia de expresiones idiomáticas que llevan al joven lector a sentirse cómodo y seguro, dispuesto a descubrir nuevas aventuras y nuevas palabras. El lenguaje propio y particular de este mudo ilusiano donde la distancia se mide en «shunes» y hay «cara-olas» y «caballenas» hace que sea una aventura única.
Gabriel Sánchez no solo se vale de los recursos estilísticos –metáforas, contrastes, comparaciones y aliteraciones– para crear efectos visuales, sino que también emplea recursos propios de la poesía surrealista para imprimir carácter a sus personajes y dar la sensación de que se está oyendo realmente lo que dicen, de que se les puede tocar, como puede ser el empleo de la cursiva cuando se habla de forma telepática o la negrita y la cursiva a la vez, que refuerza el estruendo y la fuerza de la voz del gigante de tres cabezas. Cruzamundos es un libro con efectos especiales.
Vemos un renacer del mundo clásico con tintes del mundo actual, se hacen alusiones constantes al mundo real a través de menciones al fútbol o a la televisión e incluso con la presencia de anglicismos de moda, como muffin.
El autor impregna este libro de referencias externas sutiles, cuando Jake se convierte en un «pirata honrado» no podemos dejar de pensar en el poema de José Agustín Goytosolo cantado por Paco Ibáñez; el mismo escarpín nos recuerda a Espronceda y la canción del pirata y su «velero bergantín»; o el robot Nimi, que nos saca una sonrisa al pensar en sus posibles familiares, R2-D2 o Wall-e. Estas referencias exquisitas a elementos literarios y cinematográficos demuestran la capacidad del autor de mezclar armoniosamente todos los ingredientes para crear una receta propia, con un sabor genuino y que engancha, el lector querrá repetir plato. Siendo un libro de literatura juvenil, estas referencias llevan al lector adulto a saborear aún más su lectura.
La elección de los nombres es clave y cabe decir que muy acertada. El apellido de los hermanos, Robinson, nos traslada a un mundo de aventuras, propio de Robinson Crusoe. Y el resto de nombres, desde los topónimos y gentilicios hasta los nombres propios, muestran tal variedad que hacen honor al título del libro, Cruzamundos, pues desde el punto de vista del español, unos nombres suenan ingleses –Jake–, otros recuerdan la mitología griega –Geryon, Castor o Helena–, y otros resultan más familiares –Cora–, de manera que el lector tendrá que abrir su mente y vivir esa mezcla, uno de los valores por excelencia en esta narración.
La longitud de los capítulos es adecuada, no muy larga para cansar a un lector juvenil y perfecta para ir de una historia a otra mientras se van entrelazando hasta llegar al desenlace final.
Los valores humanos de los que está impregnado Cruzamundos desde la primera letra hasta la última es otra de las grandezas de este libro y del autor. La aceptación de lo raro, seres verdes, azules o con colas de gato; el trabajo en equipo para superar los obstáculos; el reconocimiento de los errores para mejorar y la humildad necesaria para reconocerlos; la exigencia y la disciplina; la traición y la lealtad; las formas que hay de superar el miedo, el valor o la cobardía; la eterna lucha entre el bien y el mal; la amplitud de miras para aceptar otras culturas, otras formas de ser y de actuar; la magia y la guerra y hasta los golpes de humor que presenta el autor, hacen de este libro una lectura obligada para padres e hijos para fomentar una cultura y una educación transfronterizas.
En definitiva, Cruzamundos brilla como sus colores, ya sea azul cobalto, azul cielo o azul marino, brilla con luz propia y el lector se convierte en un tragahistorias que leerá a partir de ahora las historias de Gabriel Sánchez García-Pardo «para alimentarse y sobrevivir».
MªCarmen de Bernardo Martínez
La dialéctica es el arte de discutir, de defender argumentos, pero para entablar un buen debate dialéctico hay que partir de la base de que hay un entendimiento común sobre lo que se está hablando, es decir, que para ambos oponentes el concepto a debatir sea el mismo. El tema principal de Jesualdo es el desahucio, pero un desahucio entendido como la enajenación de la persona, como el desprendimiento de toda personalidad y de sentimientos propios. Por ello, parte de la definición establecida por la RAE para la palabra ‘desahucio’, para que el lector u oyente de sus poemas comprenda lo que para él significa.
Sufrimiento. Jesualdo nos muestra una faceta de existencialista esperanzado, para quien el tiempo es una preocupación primordial, sobre todo el presente, el AHORA. Ante el paso del tiempo surge el miedo, se enfrenta a la muerte, el mundo se vuelve del revés, para hallar de vez en cuando consuelo en la belleza de la naturaleza, en la vida que esta nos da, y en el consuelo del Padre. El amor y el perdón van de la mano en este abismo grisáceo con rayos de luz que alivian un corazón empequeñecido por el dolor. Sin embargo, este sufrimiento, que como tal puede convertirse en un arma arrojadiza de doble filo, no nos lleva a la desesperanza ni al hundimiento, sino que siembra una semilla poderosa para alzar, más adelante, la voz con fuerza y con justicia.
Revolución. Jesualdo es un poeta revolucionario esperanzado. Insta al cambio, a quitarse la venda que al cubrir los ojos no permite ver la realidad, está harto de tanta necedad, en la misma línea que Simon y Garfunkel, cuando con su canción ‘The sound of silence’ arengaban a las masas para que dejaran de ser unos ‘fools’, unos tontos que se dejan engañar, en la década de los 60. A pesar de la dura y cruda realidad, de las guerras y de los niños que todavía hoy mueren de hambre, de la forzada migración y de tantos otros desastres, Jesualdo GRITA con tremendo vigor y lleno de esperanza para luchar contra la deprimente realidad porque todavía cree en la bondad y apela a ser digno, a ser valiente y a ser osado.
Transición. La poesía es su arma más poderosa, demostrando así lo acertado de las palabras de Edward Bulwer-Lytton cuando escribió que “la pluma es más poderosa que la espada”. La debilidad y la propia destrucción dejan un halo de tristeza en El desahucio, angustia y de nuevo preocupación por el presente, por el AHORA, pero una tristeza que busca el amor y la dignidad, que se transforma en caballero andante para redimirse de su propia debilidad, de su miedo, de su cobardía. De estos poemas surge un nuevo caballero de la mesa redonda, ejemplo de amor, de respeto, de fuerza y de compromiso. Camelot tiene un nuevo rey dedicado a la búsqueda del nuevo grial.
Fe. Un sol resplandeciente anega los versos del poeta de esperanza nueva. Con la llegada de la luz se despoja de las sombras que impiden ser valiente, osado y arriesgado. Los poemas se visten de color, de sueños, de ganas de combatir el desahucio personal y sentimental que ensombrece el ser interior, el valor, el amor y la bondad.
A pesar de sentirse engañado por la autoridad, como Perseo, persevera en su objetivo; a pesar de ser pequeño y humilde, como David, vence con valentía y tesón; como Gandhi, es fiel a su conciencia; como Mandela, grita por el cambio para transformar una realidad corrompida. Y, como Vicente Ferrer, Jesualdo aboga por la solidaridad y la cooperación. En sus referencias históricas y culturales vemos el bagaje de este poeta que ha decidido emplear la pluma para dar salida a ese ingenio, a esa necesidad de enfrentarse a la realidad real, para cobijar a los desafortunados que no encuentran cobijo físico o espiritual y para deleitarnos con bellas palabras y exquisitos versos que marchan a un ritmo vigoroso, sin pausa, penetrante, firme, sonoro, bravo, libre, vibrante.
Maestro de los sinónimos, realza la lengua española, muestra su riqueza, su esplendor. Sus poemas son completamente líricos, su poesía es social y a la vez íntima, reflexiona sobre el ser interior para transformarse y cambiar la realidad presente, el AHORA que tanto le preocupa, le persigue. Su rima alterna entre la asonancia y la consonancia, la cadencia musical se evidencia al recitar sus poemas. Las repeticiones no suenan repetitivas, sino melodiosas; las anáforas y paralelismos guían la lectura por un camino donde los antónimos, las dicotomías y las enumeraciones no hacen sino dotar de una seriedad honesta y dinámica al contenido de cada palabra, a las que les da vida para arraigarse en el alma del lector.
Jesualdo se hace eco de la crisis moral, política, económica y social que sufre España, como los escritores de la Generación del 98, cuya influencia se ve en su estilo directo, sin adorno, sin tapujos, y en las menciones que hace a Unamuno y Machado. De Unamuno toma la presencia abundante de antítesis, de Machado la llaneza de sus palabras, que brotan en un alarido hacia el exterior pidiendo realidad, compasión y cambio.
Su poemario se lee de una sentada. No es extenso, pero sí intenso. No hay dilación posible, sus poemas forman un encabalgamiento hecho realidad, continuo, apasionado, lleno de vida. Su lectura no desahucia, al contrario, inunda de belleza y esperanza, de pasión y valentía.
Mª Carmen de Bernardo Martínez
El 31 de agosto de 2015, un informe del Ministerio del Interior[1] proporcionaba la cifra de 359.193 mujeres declaradas víctimas de violencia de género en España en lo que va de año. Cifra que supone prácticamente cuatro veces y media más la capacidad del estadio de fútbol Santiago Bernabéu. Se dice pronto.
En 1979 España se encontraba en transición. ETA provocaba la muerte de 79 personas, los círculos militares de extrema derecha pensaban ya en un golpe de estado, Cataluña y el País Vasco veían aprobados sus estatutos de autonomía, la crisis interna de UCD anticipaba ya el fracaso electoral del 82 y, en un pueblo de la Extremadura profunda, una tal Etelvina salía de un infierno eterno de malos tratos lleno de golpes, de gritos y de silencio.
Etelvina había crecido feliz, digamos que hasta libre dentro de lo que significaba ser libre para una jovencita en la década de los 70, hasta que se enamoró y no supo ver las señales exteriores que le advertían de la tormenta (o el infierno) que se avecinaba. Etelvina creció con sus abuelos y no le faltó el cariño ni el apoyo de sus amigas, pero cuando el viento sopló, solo pudo poner buena cara a través del silencio, aunque las lesiones, los moratones y el brillo fugado de su rostro hablaran por sí solos. Como buena hija de su tiempo, al mal tiempo, buena cara. La procesión se llevaba por dentro.
Los hijos de Etelvina eran su motor para vivir, su ancla a este mundo. Y alrededor de Etelvina, unidas por un vínculo invisible de amor, comprensión y justicia, se hallaban Inocencia y Áurea, quienes fueron su punto de apoyo, su vía de escape, su salvación. Tomás era el animal, aún peor, pues los animales no suelen infligir dolor por inseguridades u otras cobardías.
Chocolate con veneno comienza con el encuentro entre el escritor que narra la historia con su protagonista, una Etelvina segura, directa y campechana. Desiderio Vaquerizo emplea la primera persona en la historia de Etelvina con tanta pasión que la convierte en una historia muy personal y desgarradora, es una historia que priva de aliento a quien la lee. Las palabras de Etelvina vapulean a sus lectores, que se convierten en cómplices de sus vivencias, en testigos externos del trato que recibe.
El día a día del inspector de homicidios se desarrolla en paralelo a la narración de los hechos que configuraron la persona de Etelvina, hasta que sus destinos confluyen para desvelar el fin de la historia, el destino último de Etelvina.
Desiderio Vaquerizo nos traslada a la Extremadura profunda y verdadera de aquella época. Recoge refranes y expresiones que en generaciones anteriores solían ser muy frecuentes y que se van abandonando cada vez más. Así, leemos “cuando marzo mayea, mayo marcea” o “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”. Transcribe el acento de aquel lugar, como puede ser la elisión de la ‘s’ final, y reproduce cartas escritas por los aldeanos repletas de faltas de ortografía. Sin embargo, todas estas características, algunas consideradas como errores muy graves por la gramática y ortografía españolas, transmiten llaneza y cordialidad causando un sentimiento de aprecio y de admiración en el lector hacia esas mujeres que han crecido con escasez de medios pero que han sabido entablar lazos de unión que solo separa la muerte. El lector aprende a valorar esas circunstancias, el modo de vida de los protagonistas de Chocolate con veneno y llega a identificarse con ellos, a quererlos (a los que se lo merecen, por supuesto).
Las oropéndolas son aves de un color amarillo dorado combinado con el negro cuyos vuelos son rápidos y cortos. Y así se mueven nuestras coprotagonistas, Inocencia, inmaculada, y Áurea, dorada. Sus vuelos rápidos y cortos serán cruciales. Vaquerizo mantiene el misterio y el verdadero sentido de estos vuelos hasta el final con finura y elegancia.
La España de aquella época era católica, hasta el tuétano, y como tal, Vaquerizo se hace eco de esta característica, no solo en las expresiones que utilizan sus personajes, sino también en la forma en que desvela la realidad de los hechos acaecidos: a través de ‘misterios’ (del rosario) que la revelan poco a poco generando en el lector una cierta angustia y preocupación por las protagonistas de este episodio de violencia de género.
El autor enfrenta el mundo urbano con el mundo rural, pero se trata de un enfrentamiento amistoso en el que el inspector de homicidios, con delicadeza y siendo consciente de que “tiene algo más de mundo”, utiliza su tacto y su experiencia para acceder a un mundo, en general, cerrado a extraños.
El escritor del relato cierra el libro a modo de epílogo para expresar lo que le supuso conocer a una mujer como Etelvina, escuchar su historia y escribirla después. Es un broche final digno de una novela tan espeluznante, tan real, tan emotiva como lo es Chocolate con veneno.
Dicen que Etelvina es un nombre de origen germánico que significa aquella que es fiel y noble. En este caso no se equivocan. Nuestra Etelvina fue fiel (en el sentido de lo que para ella era ser fiel) hasta el final, a su marido, a sus hijos, a sus amigas. Nuestra Etelvina fue noble, nunca quiso mal alguno, ni siquiera al instigador de sus tormentos. Nuestra Etelvina era dura como una roca, daba igual las palizas, los golpes o los insultos que recibiera, con ayuda o sin ella, siempre se levantaba.
No obstante, no nos equivoquemos, como lector, querrá a Etelvina y llorarán juntos, pero también se enfadará con ella.
Mª Carmen de Bernardo Martínez
La poesía de Ángela Álvarez nos transporta ciertamente a otros espacios, como si viajásemos en la alfombra mágica de Aladino. Nos lleva a lugares ancestrales, como Ítaca o las tierras egipcias, con sus esfinges y su gloriosa Alejandría; a la cálida Andalucía, con una de sus ciudades eternas, Córdoba, símbolo de las tres culturas; y a lugares exóticos, como África o las ciudades persas. Además, nos hace navegar por las aguas del Nilo y por el mar Adriático, haciendo una breve parada en la Acrópolis.
Ángela Álvarez rompe las barreras del tiempo y del espacio. No solo traspasa las barreras geográficas en sus poemas, sino que también va más allá de las históricas y las culturales. Nos acerca de nuevo a la mitología, olvidada con frecuencia y reservada para los estudios clásicos, a través de Caronte y del Minotauro, que supondrá un símbolo fundamental en sus poemas y su presencia será frecuente. Diferentes cultos y costumbres nos recuerdan las diversas formas a través de las cuales la expresión de los sentimientos cobra vida: desde las vestales hasta los hindúes, pasando por la Sagrada Familia o la ceremonia japonesa del té.
Su poesía es sangrante, salvaje, visceral. Su poesía es pictórica, visual, descriptiva. Ángela Álvarez acude al pasado en búsqueda de respuestas, para hallar su identidad, para definirse como escritora, para expresar cómo surge su alma de poeta, y como tal, refleja la búsqueda existencial ávida de respuestas, tratando de encontrarlas en los recuerdos y experiencias del pasado.
Nos presenta un mundo salvaje donde la presencia de animales es asidua y la necesidad de rituales se hace primordial, un mundo donde los versos son impetuosos, un mundo donde tienen cabida la caza, la sangre, el encuentro carnal, los colmillos, la inquietud, las fieras, el miedo, lo salvaje, todo aquello que no supone ataduras.
Ese mundo salvaje es a su vez mágico y real. El amor y el miedo se contraponen, los miedos internos se vencen con el amor, que también crea dolor, y mediante los conjuros. El ser vacío se opone a la búsqueda existencial para hallarse, la pérdida de la inocencia retrotrae al pasado para encontrar el cobijo que la madre le proporciona al hijo, la infancia es esencial para el aprendizaje y el hallarse como ser adulto. La vida es un ciclo, un conjuro de nacimiento y creación que se sucede una y otra vez. El tiempo aparece como un pasar continuo, en ocasiones tedioso. La tristeza, la melancolía y el llanto se hacen presentes para dar paso a la esperanza de las nuevas generaciones. El ritmo de esta poesía da alas para dejar volar el espíritu, para liberar el alma aprisionada.
La tierra y el mar, símbolos de sabiduría y de origen de la vida, son dos constantes en la poesía de Ángela Álvarez. El atardecer y el bosque son el momento y el lugar al que acude con sus versos para crear ejércitos de palabras. El tigre sería su animal y el rojo sangre, su color.
Es característico en la autora la presencia de versos en cursiva, con ello, introduce una segunda voz en el poema que adquiere vida propia como elemento pensante y que siente.
Predominan los versos de arte mayor, recurriendo a los de arte menor –incluso a versos compuestos por una sola palabra– para incrementar el ritmo, el suspense, y para subrayar la importancia de algún elemento.
Los versos de Ángela Álvarez nos zarandean de alto en bajo, ponen el mundo conocido del revés. Sus poemas cortos, y no por ello de lectura más rápida, impregnan el juicio y el entendimiento y no los abandonan hasta que no son comprendidos. La profundidad y densidad de su poesía fuerzan a leer sus versos una y otra vez, sin cansancio, hasta que cobran vida propia a través de imágenes plásticas, pues la poesía de Ángela Álvarez es, sobre todo, plástica, como la pintura de Goya que menciona en su poema “Antártida”. La lectura de sus poemas trae consigo una sucesión constante de imágenes, difuminadas entre el mundo real y el de la ilusión.
Ángela Álvarez mezcla con maestría el vocabulario abstracto con los conceptos concretos, lo material con lo etéreo, creando un nuevo lenguaje lleno de imágenes visuales que destaca por su originalidad. Tras la lectura pausada y reflexiva de cada verso, de cada poema, surgen imágenes al estilo de los cuadros del neoplasticista Piet Mondrian, quien pretendía “despojar al arte de todo elemento accesorio”. Y así la poesía de Ángela Álvarez: puro arte exento de decoraciones banales.
Ángela Álvarez se sitúa por tanto a la vanguardia de la poesía, sus poemas recuerdan a los de poetas creacionistas de la talla de Gerardo Diego y Vicente Huidobro, pues como ellos, la escritora se alza como creadora dejando las cargas sociales fuera de su contenido y considerando la poesía como un fin en sí mismo. Para Vicente Huidobro, la poesía debía cumplir tres condiciones: crear, crear y crear. Y Ángela Álvarez crea belleza pura, crea un nuevo lenguaje plástico y crea adicción a sus versos.
La poesía en De conjuros y ofrendas es, pues, sin lugar a dudas, un ser con vida propia en constante transformación, en su sentido kafkiano, una transformación causante de la evolución y el cambio de aquellos a quienes alcanza, bien sea sutilmente, bien sea por la fuerza.
Mª Carmen de Bernardo Martínez
Cuando los musulmanes invadieron la península ibérica para conquistarla, uno de sus objetivos principales fue Zaragoza, a la que llamaron Saraqusta, y la cual fue tomada de forma pacífica debido a que la mayoría de la nobleza y el clero había huido para ponerse a salvo y poner a buen recaudo sus preciados bienes y evitar que ciertos símbolos y reliquias cristianas cayesen en mano de los “infieles”.
La leyenda del grial ha sido un tema recurrente, primero en la literatura y, después, en el cine. La sed del ser humano por la eterna juventud y por los misterios ocultos la ha alimentado sin cesar. Por tanto, no es de extrañar que se relacione con otras leyendas sobre determinados objetos, como la piedra esmeralda, que otorgarán el conocimiento absoluto del origen y el fin de la creación a quienes los posean.
Los jerarcas de la Alemania nazi estuvieron muy interesados en estas leyendas y en el mundo del ocultismo en su afán por dominar el mundo y demostrar la superioridad de la raza aria.
Tras acabar la segunda guerra mundial, muchos defensores y partícipes del nazismo tuvieron que huir de Alemania, pues no querían ser sometidos a juicio por crímenes contra la humanidad, y tomaron rumbo a Sudamérica, entre otros destinos. No obstante, esta derrota histórica y oficial del nazismo no implicó, en modo alguno, la desaparición de dicha ideología y se sabe que existen sociedades que la cultivan y la mantienen viva generación tras generación.
Y aún más, el crimen y el mal no tienen un solo dueño. La mafia rusa es ampliamente conocida y está extendida internacionalmente como una institución del crimen organizado, con gran poder económico, se infiltra en todos los sectores de la sociedad.
Invasión musulmana, búsqueda del grial, auge del nazismo, continuidad de la ideología nazi y extensión del crimen organizado… Parecen elementos sacados de un manual de historia o de una película que se alejan en el tiempo y en el espacio, diluyendo la sensación de veracidad que hay tras ellos. Serán Marta Amat y Ramon Nogués quienes traerán estos pedacitos de historia a través de la aventura que les acontece.
José Calvo Poyato, en La orden negra –finalista en el IV Premio de Novela Ciudad de Torrevieja en 2005–, hila de manera natural todos estos temas proporcionándoles orden y concierto, no se llega a entender el porqué de los primeros capítulos hasta que no se termina la lectura del libro.
Como buen historiador, nos pone en contexto y nos facilita los antecedentes para poder comprender lo que les ocurre a Marta Amat y Ramon Nogués, una profesora de historia y un hombre de negocios del siglo XXI que viven en Barcelona, y que llevan una vida normal, como cualquiera, hasta que José Calvo Poyato entra en sus vidas.
Calvo Poyato entrelaza hechos, aislados a primera vista, de tal manera que la trama argumental fluye de principio a fin sin dejar vacío alguno, a pesar de que recorre el tiempo y el espacio, desde el primer cuarto del siglo VIII en el norte de la península ibérica, pasando por la década de los 30 del siglo XX en Alemania, Francia y norte de España, hasta llegar a la Barcelona de los primeros años del siglo XXI. Con un tono pausado al principio, la novela va cautivando el espíritu del lector poco a poco, aumentando la tensión y el suspense, hasta que sin darse cuenta, ya no puede dejar de leer.
El conde Sigerico y el obispo Audaberto nos remontan a esos años del siglo VIII cargados de batallas, pero también de expansión cultural y preocupación por mantener la tradición cristiana. Otto Rahn, escritor que vive en la Alemania de entre guerras, se encarga de acercarnos a las leyendas del grial y de la piedra esmeralda, y de introducirnos en ese mundo ocultista y esotérico donde las maquinaciones maquiavélicas son el pan de cada día para conseguir el objetivo deseado. Heinrich Himmler aparece retratado no solo por haber estado al mando de las SS y haberse dedicado al exterminio de aquellos que no pertenecían a la raza aria, sino por el empleo de gran parte de su tiempo, su vida, la política y sus recursos al mundo del ocultismo, pues si hallaba el grial (o la piedra esmeralda) el Reichsführer conseguiría demostrar la superioridad del Führer y del nacional-socialismo. La sociedad Thule, que fue el origen del partido obrero alemán (DAP) y que derivó posteriormente en el partido nacionalsocialista alemán de los trabajadores (NSDAP), se recrea en la novela como longeva y activa en nuestros días, junto a la mafia rusa, presente en el noreste español.
A lo largo de treinta y cuatro capítulos y trescientas noventa y ocho páginas, el lector podrá vivir la angustia y el temor lejanos de aquellos que quieren escapar del control musulmán; el lector podrá escalar las montañas junto a Otto Rahn y descubrir otros aspectos de la época nazi; para finalmente sentir el suspense y descubrir el misterio que rodean a Marta y a Ramon, sufrir con sus ataques, palizas y abusos, alegrarse con sus avances y hallazgos, y descansar cuando todo termina de la única manera posible en que esta novela podría finalizar.
No cabe la menor duda de que La orden negra es, por un lado, una novela histórica, pues se muestran aspectos de la realidad pasada y presente; y, por otro lado, la policía, la mafia y las sociedades secretas le podrían valer el calificativo de ‘negra’.
Mª Carmen de Bernardo Martínez